¿Qué es el síndrome del desfiladero torácico?
El desfiladero torácico está definido anatómicamente por el espacio entre la primera vértebra torácica, la primera costilla y el manubrio del esternón.
El síndrome del desfiladero torácico -también conocido como síndrome del estrecho toracobraquial, del escaleno anterior o de la primera costilla- resulta de la compresión de las estructuras neurovasculares en la región descrita. Concretamente, se refiere al conjunto de signos y síntomas que se producen como consecuencia de dicha compresión del paquete neurovascular, estando éste formado por el plexo braquial y la arteria y vena subclavia a su paso por la primera costilla, clavícula y los músculos escalenos.
¿Cuáles son sus causas?
Existen factores estructurales, que son alteraciones anatómicas óseas o musculares. En el primer caso, suelen ser a nivel de la primera costilla, como agenesia del arco anterior, presencia de costilla cervical o hipertrofia de tubérculo de Lisfranc. En el segundo caso, pueden ser fusiones de fibras del escaleno anterior con el tejido que rodea el plexo, contracturas musculares principalmente en escaleno anterior, pectoral menor y subclavio, o desequilibrio de fuerzas entre grupos musculares.
Existen también factores dinámicos que alteran la postura correcta del desfiladero torácico, como la elevación del brazo por encima de la cabeza, el transporte de carga con brazos a lo largo del cuerpo, las posturas mantenidas durante largos periodos de tiempo, los hombros caídos o el patrón respiratorio costal superior, que sobrecarga los escalenos y disminuye el trabajo diafragmático.
¿Cuáles son sus síntomas?
Los signos y síntomas que aparezcan, van a depender de la alteración anatómica existente -que explicamos en el apartado anterior-, aunque normalmente los pacientes que presentan sintomatología suelen haber sufrido algún tipo de trauma como caída o accidente.
A menudo se quejan de dolor y adormecimiento en los dedos, las manos o los brazos del lado afectado. Además, estas personas suelen desarrollar alguna actividad física repetitiva, normalmente relacionada con su profesión o con su estilo de vida. Otros factores determinantes incluyen una mala postura, mala posición al dormir y mala respiración.
Dividiéndolos en dos grandes grupos, los síntomas pueden pertenecer o al neurológico, en el cual aparece un dolor intermitente en la zona supraclavicular y se extiende hacia el antebrazo y la mano, o al vascular, en el que la sensación de pesadez, el edema episódico en mano y la coloración cianótica debido a dilataciones venosas superficiales, son los síntomas más comunes.
Existen una serie de pruebas exploratorias fisioterapéuticas mediante las cuales podemos reproducir los síntomas que el paciente describe. Para ello se ponen en compromiso, mediante posiciones concretas, los distintos espacios por los que transcurre el paquete vasculo-nervioso.
¿Cómo puede tratarse?
En cuanto al tratamiento, la gran mayoría de los pacientes son de tipo leve y pueden ser tratados con éxito evitando actividades que precipitan síntomas, modificaciones ergonómicas en el lugar de trabajo, y un uso selectivo de fármacos como antiinflamatorios no esteroideos, antidepresivos y relajantes musculares.
Además, la fisioterapia es un componente muy importante para estos pacientes, y el manejo conservador debe ser intentado por 8-12 semanas antes de considerar la cirugía.
Por otra parte, se ha demostrado que las intervenciones no quirúrgicas, como la educación para la respiración, son beneficiosas para disminuir la presión sobre las estructuras neurovasculares.
Como conclusión, y centrándonos ahora en el tratamiento fisioterápico de esta patología, éste suele enfocarse principalmente en tres campos de actuación. El primero de ellos es la reeducación del patrón respiratorio, potenciando una respiración diafragmática y evitando la elevación de las costillas superiores. El segundo es la corrección de anomalías posturales, consiguiendo una correcta posición de la región cervical mediante ejercicio terapéutico que fomente la flexibilidad y la fuerza de dicha zona. Como tercero y último, encontramos la óptima dinámica de la cintura escapulohumeral, insistiendo en la estabilidad escapulotorácica.